¿Dónde estás, humanidad?
¿DÓNDE ESTÁS HUMANIDAD?
La humanidad está perdida,
Los hombres desconocen a Dios;
La humanidad está sin vida,
Los hombres olvidan a su Creador.
La humanidad en este mundo,
Todo es regocijo para ella,
La humanidad no ha pensado
Que vaga en esa senda sin estrella.
Dios tuvo compasión de ella,
La amó de tal manera, ¡incomparable!
Dios vio la obra de su arte bella
Y le entregó su Don amable.
Mandó a su Hijo a este mundo,
Que obediente hizo la expiación.
Mandó también el Hijo, su anunciación,
Para que la humanidad tenga salvación.
¿Imagínate! humanidad, ¡imagínate!
¡A Jesucristo en el monte Calvario!
Con sus pies y manos horadadas
Por aquellos toscos clavos,
Que sostenían su cuerpo ensangrentado,
Sobre el cruel madero, atormentado.
¡Tu pecado! Tu pecado cubría su rostro,
Cubrió su rostro la gran espesura,
La espesura de tus muchos pecados.
De tal manera que el Verbo humanado
Exclamó acongojada: “Dios mío, Dios mío,
¿Por qué me has abandonado?
Dijo después el divino redentor
Con victoriosa voz: “consumado está”
Consumada estaba la expiación.
Imagínate al soldado despiadado
Que con su lanza acostumbrado
¡Hiere al Señor en su costado!
Imagínate la fuente de su sangre,
Sangre santa, sangre potente,
Que derramaba por ti el Inocente,
Cuando estaba sobre aquella cumbre.
Cada día el Dios de amor te llama:
Ven, hija mía, humanidad,
Cada día el Hijo de Dios proclama,
Ven, ¡el Padre te perdonará!
Pero, ¡oh humanidad perversa!
Presa del pecado y de Satanás,
Pero, ¡oh ingrata y soberbia!
Insistes todavía en el pecar.
¿No ves que las cosas de esta tierra
Son perecederas y que tienes un alma?
¿No sabes que tu alma es inmortal?
¡Es la gran oportunidad que Dios te da!
¿Olvidas que te espera un juicio
Y que el Juez será el mismo Cristo?
¿Olvidas que solo hay dos destinos
Y que tú tienes que estar en uno?
¿Qué esperas infeliz humanidad?
El tiempo pasa y en gran peligro estás
Que la muerte te sorprenda,
Y en el infierno pases la eternidad?
Deja el camino pecaminoso que llevas,
Es ancho pero todo es vanidad.
Déjala que su fin al infierno llega,
Es lago de fuego que nuca se apagará.
Verás cuando aceptes a Cristo el Señor,
Arrepentido, como tu único Salvador,
Verás que cambio tu vida tendrá
Y para siempre la gran felicidad.
Dios es amor, pero también es justicia,
Su justicia te podrá dar la sentencia,
Pero su amor te otorga el perdón.
Dios te dará lo que tú quieras:
Condenación eterna o la Salvación.
Semana Santa de 1956
Declamada por la señorita Concepción Solís Orantes
En Melchor Ocampo, Villaflores, Chiapas