¿Cómo Escuchar el Semón?

23.06.2014 10:57

¿Cómo Escuchar el Sermón?

Por Jonás Aquino López

 

Algunos pierden lastimosamente su tiempo y la bendición de Dios durante la predicación, por su indisposición para escuchar. Hay quienes se bloquean a sí mismos, para no escuchar el sermón. Se predisponen negativamente. Se dicen a sí mismos. “El pastor predica muy largo”. “No me gusta que grita mucho”. “Es muy calmado”. “Me cansa la muletilla que usa con tanta frecuencia: precisamente, precisamente, precisamente”. “Cada vez que escucho a este predicador, no capto el mensaje que quiere transmitir”, etc.

Cuando alguien se predispone negativamente, es seguro, que no le va a sacar ningún provecho al mensaje. Pierde su tiempo y pierde la bendición que el Espíritu Santo quiere darle a través de la predicación. Y probablemente contagie a otros con su actitud y sus gestos de descontento.

Mejor sáquele provecho a ese tiempo que dedica al ir al culto. Saque provecho del sermón por sencillo o deficiente que le haya parecido antes. Tome en cuenta los siguientes hechos:

Piense que Dios ha llamado a algunas personas a predicar su Palabra y que Él puede usar a la persona más sencilla para comunicarnos su mensaje.

 

Piense en que Dios llamó a predicadores de diferentes temperamentos y que Él los puede y quiere usar de acuerdo a su temperamento particular: Los hay fogosos, graciosos y motivadores. Otros son serios, fuertes, duros en señalar el pecado, la negligencia y la falta de responsabilidad. Otros son suaves, suplicantes, tranquilos, lentos, diplomáticos y amables. Otros, muy sensibles, se ponen tristes, gimen, lloran y se lamentan. Dios permitió esos distintos temperamentos en nuestra especie. Y Dios ha usado a un Jeremías llorón, un Pablo fuerte, un Juan cariñoso, a un Pedro conservador, un Santiago Práctico, un Eliseo de mucha fe, un Isaías culto, un Moisés paciente. Cuando alguien rechaza el estilo de un predicador está rechazando al enviado de Dios. Una cosa es que cierto predicador no sea del todo agradable para algunas personas, y otra cosa que se le rechace. Debemos aprender a aceptar al profeta de Dios por encima de sus características personales.

También los oyentes son de distintos temperamentos y por tanto, de distintos gustos tendencias y necesidades: Unos muy emocionales que les agrada al predicador que grita, se mueve de aquí para allá, y repite muchos aleluyas y usa la muletilla “¿amén hermanos?”; Éstos necesitan un poco de esfuerzo para escuchar al predicador lento, tranquilo y un tanto monótono. Otros son intelectuales y les agrada más los razonamientos, por eso les atrae al  predicador tipo conversacional, racional y muy poco emotivos; éstos hacen un esfuerzo para sobrellevar al predicador gritón que tiende más a las afirmaciones emocionales que a los razonamientos.  Sin embargo, todo ser humano, sin importar el temperamento que tenga, tiene el deber moral de aceptar a todo prójimo cualesquiera que sea su temperamento o sus características personales. Mayormente el cristiano, que disfruta del amor de Dios en su corazón.

Dispóngase a escuchar el sermón con una gran expectativa. Ore: “Señor, habla a mi corazón en esta hora y enséñame a ser humilde para escuchar a tu siervo”. Y escuche atentamente, preguntándose, ¿qué querrá decirme Dios? Manténgase a la expectativa de lo que Dios puede decirle. Dios puede hablarle por medio de las palabras y los pensamientos del predicador y aún por encima de sus palabras. Si lo hace, algunas veces, aun de las palabras del predicador, usted, por lógica o por asociación de ideas, sacará otras enseñanzas que el predicador no dijo. Dispóngase escuchar. Si usted se distrajo y perdió la secuencia del mensaje, procure retomarlo inmediatamente. Conéctese nuevamente. Permita que el Espíritu Santo hable a su corazón.

Una niña, después de mucha insistencia logró que su padre fuera al culto. No era noche de predicación sino de oración solamente. A la directora del culto se le ocurre leer Génesis capítulo cinco. La niña estaba inquieta y molesta. Esperaba una lectura con enseñanza, inspiradora, que pudiera tocar el corazón de su padre, y no que mengano vivió tantos años y engendró a zutano, y vivió tantos años después de engendras a zutano y murió de tantos años. Y zutano vivió tantos años y engendró a perengano y zutano vivió tantos años después de engendrar a perengano y murió de tantos años. La niña regresó muy triste a su casa. Cuando estaban cenando, dijo su padre, qué interesante la lectura que hizo esa joven. A pesar de que esas personas vivieron muchísimos años, pero todos murieron. El hombre asistió al culto con una actitud de expectación y obtuvo una reflexión.

Recuerde que los métodos que Dios ha usado para hablar al corazón del hombre, son mediante la lectura de su Palabra y por medio de lo que los griegos llamaban la locura de la predicación. No es solo el hombre el que habla. Dios quiere hablarnos. Escuchemos. “Pues ya que en la sabiduría de Dios, el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1ª Corintios 1:21)

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