LA BIBLIA - EXCELENCIA DE SUS ENSEÑANZAS

13.09.2014 08:18

LABIBLIA – EXCELENCIA DE SUS ENSEÑANZAS

Hombres han sobrado quienes digan que los libros de la Biblia y sus preciosas enseñanzas, son producto solo de hombres sabios que como otros extrabíblicos nos han dejado sus propias filosofías, negando que dichos escritos sagrados sean la Palabra de Dios. Sin embargo, la Biblia contiene las enseñanzas morales más excelentes que las mejores de los filósofos paganos más renombrados.

Sócrates, el gran filósofo griego enseñó: “Conócete a ti mismo.” Este es un buen principio, porque según el comentario del mismo filósofo, “el que se conoce sabe lo que le es útil; distingue lo que sus fuerzas pueden soportar y lo que no; está en condiciones de juzgar a los demás hombres y de emplearlos útilmente.” Pero esto no es suficiente para obtener la felicidad aquí y la bienaventuranza eterna. Aunque Jesucristo enseñó todo esto (Lucas 14:28-32; Mateo 7:3-5), él tiene una enseñanza más excelente: “niégate a ti mismo.” (Marcos 8:34-37).

Si el hombre se examina a sí mismo dirá como Pablo: “sabemos que la ley es carnal; mas yo soy carnal, vendido a sujeción del pecado… y yo sé que en mí (es a saber, en mi carne) no mora el bien: porque tengo el querer, mas efectuar el bien no lo alcanzo… Porque no hago el bien que quiero; mas el mal que no quiero, este hago. Y si hago lo que no quiero, ya no lo obro yo, sino el pecado que mora en mí… ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará de del cuerpo de esta muerte? (Romanos 7:14, 18-20, 24). Pero no es suficiente reconocerse pecador y decir: “en mí no mora el bien,” porque aunque quiero hacer el bien, “el mal que non quiero, este hago,” por la “ley del pecado que mora en mí.” ¿Es feliz el hombre al reconocerse pecador? Antes en su angustia clama: “¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de esta muerte?”

Es necesario obedecer a Cristo: negarse a los deseos pecaminosos y crucificar el ánimo carnal. “Para que el cuerpo del pecado sea deshecho, a fin de que no sirvamos más al pecado” (Romanos 6:6) y decir después con Pablo, “con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí” (Gálatas 2:20), para que “vuestro gozo sea cumplido (Juan 15:11; 17:13), “y por fin la vida eterna” (Romanos 6:22).

Confucio, el gran filósofo chino dijo: “Lo que no quieras que te hagan a ti, no lo hagas tú a los otros.” Es fácil no hacer a los demás el mal que no queremos que nos hagan. Oímos decir de muchos: “Si no hago bien a los demás, tampoco les hago mal.”La sentencia de Confucio nos evita el mal, pero no establece el bien. La enseñanza de Jesucristo es más excelente: “Y como queréis que os hagan los hombres, así hacedles también vosotros” (Lucas 6:31). Porque el pecado no solo lo comete el que hace mal, sino que también “está en aquel que sabe hacer lo bueno y no lo hace” (Santiago 4:17). Queremos que no nos hagan mal, y que nos hagan bien. Eso hagamos.

Sabemos que solo Dios puede darnos las enseñanzas más excelentes; y que la Biblia contiene las enseñanzas morales más excelentes jamás dadas. Concluimos pues, que la Biblia es la Palabra de Dios.

El Heraldo de Santidad. 1º de noviembre de 1959. Página 12
 

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