La Parábola de los tres Barcos
La Parábola de los Tres Barcos
¿A qué compararemos a los distintos tipos de cristianos?
A unos los compararemos a los barcos de vela que siguen la dirección del viento. No pueden seguir firmes a una sola dirección, sino que se dejan llevar por las diferentes direcciones de los vientos. Así, los creyentes de este tipo son como el que duda, que es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra (Santiago 1:6); o como niños fluctuantes, llevados por doquier de todo viento de doctrina, por estratagemas de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error. Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo (Efesios 4:14-15)
A otros los compararemos a los barcos de remos, que solo pueden navegar por una fuerza externa y temporalmente. Así algunos creyentes, no se mueven si no los empujan. Van a los cultos, ofrendan, oran, testifican y leen la Biblia, solo cuando hay fuerzas externas que los impelen. Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos (Hebreos 3:1). En todo lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor (Romanos 12:11)
Y a otros los compararemos a los barcos que son movidos por motores. Estos, aparte de que pueden seguir con firmeza a una sola dirección, sin afectarles los diferentes vientos de arriba, ni las diferentes corrientes de abajo, tienen su propia fuerza interna que los impulsa. Así son los cristianos llenos del poder del Espíritu Santo. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda verdad (Juan 16:13). Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo (Hechos 1:8). Son firmes en la fe y avanzando siempre en la obra del Señor.
Publicado en Maná Ministerial de septiembre de 1969