Solución al Problema de la Violencia
SOLUCIÓN AL PROBLEMA DE LA VIOLENCIA
Jonás Aquino López
Los delincuentes y viciosos de nuestra sociedad nacieron, crecieron y se formaron en sus hogares; completaron su formación con la influencia de sus profesores. ¿Qué clase de formación recibieron? No es la sociedad la que corrompe a nuestros hijos; somos los padres los que lanzamos a la sociedad, hijos sin valores, sin actitudes de amor; sin respeto ni justicia; nosotros formamos la sociedad. No son los narcotraficantes ni los cantineros los que enferman la sociedad; nuestra juventud creció sin valores éticos, incluyendo los narcotraficantes, los fabricantes de licor y nuestros “mentores”. Y nuestros hijos repiten su irresponsabilidad con los suyos. ¿Qué valores recibirán nuestros nietos si no lo enseñamos a nuestros hijos? ¿Qué valores pueden recibir los estudiantes con la inmensa mayoría de profesores sin valores morales?
Hemos adoptado las filosofías naturalista, nihilista, relativista y hedonista que niegan los valores objetivos y el sentido de la vida; centran todo en el placer. Por comodidad hemos abandonado los valores morales y ahora estamos cosechando la corrupción, la violencia, la impunidad y la inseguridad. Si hemos fallado, no tenemos razón de quejarnos. Queremos y exigimos que las autoridades compongan, no solo lo que descompusimos, sino lo que seguimos descomponiendo. Las autoridades ni siquiera castigar pueden, porque están llenas de corrupción, de aquí la impunidad reinante; menos que eduquen: ¿qué educación pueden dar los que están corrompidos? Más leyes que incrementan el castigo, más policías, más armas poderosas, más aparatos sofisticados de comunicación, mejor técnica de investigación: más corrupción, por falta de valores morales.
Las pocas autoridades bien intencionadas, no acabarán de limpiar la suciedad y quitar el dolor, mientras los padres sigan lanzando hijos sin valores éticos. La solución lo seremos todos, cuando encontremos el camino.
Lo que necesitamos es un cambio desde la raíz. Jesús dijo: Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios, los hurtos, las avaricias, las maldades, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia, la insensatez (S. Marcos 7.21,22). Lo que necesitamos es volvernos a Dios y permitirle que limpie nuestros corazones; volver a la Sagrada Escritura y practicar sus valores. Porque cínicamente nos hemos quejado ¿dónde está Dios? Después de que lo hemos quitado de nuestra vidas. Queremos que Dios revierta lo que estamos causando con nuestra inercia moral. Hemos perdido nuestro sentido de responsabilidad, con nuestro hedonismo.
Queremos arrastrarnos en el placer y luego nos quejamos por qué Dios permite los resultados de nuestra corrupción. Sembramos vicios y queremos cosechar salud; sembramos mentiras y queremos que sean veraces con nosotros; sembramos robos, cohechos, difamaciones, corrupciones y queremos justicia; producimos basura nauseabunda y queremos cosechar vistosas y fragantes flores. ¿Qué clase de Dios queremos? ¿Uno que cierre los ojos a nuestras rebeliones y que recoja nuestra basura? O un Dios santo que exige y puede darnos rectitud; un Dios que nos libere del pecado.
Escuchemos el llamado de Dios: Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar (Isaías 55.7). Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza (contrición y arrepentimiento). Humillaos delante del Señor, y él os exaltará (Santiago 4.7-10). Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros (Ezequiel 36.26).
Y a los pastores Dios nos dice: A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte. Cuando yo dijere al impío: impío, de cierto morirás; si tú no hablares para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero su sangre yo la demandaré de tu mano. Y si tú avisares al impío de su camino para que se aparte de él, y él no se apartare de su camino, él morirá por su pecado, pero tú libraste tu vida (Ezequiel 33.6-9). Haz obra de evangelista, cumple tu ministerio (2ª Timoteo 4.5).
Por un momento dejemos de ver afuera; examinemos nuestros pensamientos y actitudes; reconozcamos nuestra incapacidad para solucionar los problemas que hemos creado, no Dios; y tomemos el camino de regreso al Dios de amor, que nos está esperando pacientemente.
Comencemos a reunirnos con nuestros hijos para aprender los valores religiosos y éticos de la Palabra de Dios y asistamos toda la familia a la escuela bíblica dominical. ¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra. Con todo mi corazón te he buscado; no me dejes desviarme de tus mandamientos. En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti. (Salmo 119.9-11).
Solo retornando a Dios en contrición y arrepentimiento y retomando los valores bíblicos es cómo podemos comenzar a sanear nuestra sociedad, y evitar que siga aumentando la corrupción y la violencia. Dios nos está esperando con sus brazos abiertos. ¿Qué haremos? ¿Seguir criticando, sin hacer nada y esperar a que otros actúen? ¿O estaremos dispuesto, cada uno, cada una, hacer nuestra parte?