Tema 6. LA SANTIDAD ES UN MANDATO DIVINO

23.12.2014 22:48

 

Tema 6

LA SANTIDAD ES UN MANDATO DIVINO

         Dios quiere que sus hijos sean santos. San Pablo dice a los hermanos de Tesalónica: “pues la voluntad de Dios es vuestra santificación... Pues no nos ha llamado Dios a inmundicia, sino a santificación” (1ª Tesalonicenses 4:3,7); El que vino a sacrificarse en expiación por el pecado de la raza humana también oró al Padre a favor de sus seguidores, diciendo: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17). Esto habla fuertemente del deseo de Dios y su Hijo Jesucristo de que seamos santos, que vivamos la santidad.

Jesucristo ordenó a sus seguidores ser perfectos: Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mateo 5:48). Las demandas de Jesús son mayores, pues las normas de Cristo dadas en el Sermón de la Montaña y en sus enseñanzas, superaban a las exigencias de la Ley de Moisés. Este mandado de Cristo significa completo, la plenitud de poder para vivir la santidad, se refiere a la perfección del amor, la perfección interna de las motivaciones santas. Esto se hace posible por la purificación del corazón por el Espíritu Santo. En cuanto al carácter, es decir, la conducta, es una perfección en proceso de crecimiento hacia la madurez. Obviamente esta perfección del creyente es relativa a nuestras capacidades humanas, a diferencia de la perfección absoluta que es la de Dios. Significa cumplir el propósito de Dios para el que fuimos creados, que nuestro ser y hacer sea para su gloria.

El primero y más grande mandamiento de Dios es: Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento (Marcos 12:30). El amor a Dios y al prójimo cumple toda la ley, tiene el querer y el poder de hacer la voluntad divina. Se hace posible por la llenura del Espíritu Santo que purifica el corazón de egoísmo y lo llena de amor perfecto (Hechos 5:8,9: Gálatas 5:22).

San Pedro reitera el antiguo mandamiento de Dios de ser santos: “como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo” (1ª Pedro 1:14-16). Como hijos obedientes de Dios, ya no vamos a vivir como antes, sino santamente en todas nuestras relaciones diarias: el amor, la comunión, la empatía y el perdón en la vida familiar; la responsabilidad, la honestidad y la justicia en todas las relaciones laborales, como el empleo, la gerencia, el comercio, el arte y en todas las formas del trabajo; es el cumplimiento de nuestros deberes cívicos como la obediencia a las leyes y los reglamentos, el pago de los impuestos, la participación en la política de acuerdo a nuestros deberes y talentos; es solidaridad, respeto y compasión en todas las relaciones con el prójimo. La razón es porque el Dios que servimos es Santo, Él nos manda ser santos y Él es el que santifica. Se trata de una santidad práctica, de una manera de vivir, de la conducta, de los hábitos morales que forman el carácter.

La Palabra de Dios manda a los cristianos vivir en santidad: Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor (Hebreos 12:14). Otra vez, santidad es buenas relaciones, en todo lo que depende de nosotros. La santidad no es solo una conducta relacionada con la iglesia y la adoración, limitada dentro de los templos; se refleja en la armonía, el respeto, la justicia, la solidaridad y la compasión con todos los demás. Es una conducta presente y en preparación para la muerte y el más allá: “Sin la cual nadie verá al Señor”. El mandato está en tiempo presente, sed santos  y es para la vida diaria, en toda vuestra manera de vivir.

La gran pregunta es: ¿Se puede ser santo, siendo que hemos nacido con una tendencia al mal, el pecado innato o depravación heredada? ¿Se puede ser santo viviendo en medio de una sociedad corrupta en la que necesariamente tenemos distintas relaciones, con familiares, con patrones y compañeros de trabajos, con comerciantes, con clientes, etcétera, que son impíos? Tendremos la respuesta en los siguientes artículos. Pero antes de todo, hágase la siguiente pregunta. ¿Sería Dios injusto de ordenar a sus criaturas algo que no podrían cumplir?

 

 

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