TEMA 4. TEXTOS QUE SE REFIEREN A LAS DOS EXPERIENCIAS DE GRACIA
Tema 4
TEXTOS QUE SE REFIEREN A LAS DOS EXPERIENCIAS DE GRACIA
Hay varios pasajes bíblicos que se refieren a lo que llamamos dos obras de gracia, la salvación y la santificación. Usaré como ejemplos solo dos pasajes del Antiguo testamento y dos del Nuevo Testamento, los más claros y fáciles de entender.
Comencemos en el Antiguo testamento. Salmo 51:1-2, 5, 10 Ten piedad de mí, oh Dios, conforme a tu misericordia; Conforme a la multitud de tus piedades borra mis rebeliones. 2 Lávame más y más de mi maldad, Y límpiame de mi pecado. . . 5 He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre. . . 10 Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí.
El hombre descarriado se vuelve a Dios arrepentido y humillado. Descubre que necesita dos obras divinas en su corazón: Uno, que sus pecados personales sean perdonados; dos, que Dios purifique su corazón de maldad.
Primero ruega: borra mis rebeliones. David se había revelado contra la voluntad de Dios practicando la lujuria, luego la codicia, después el adulterio y finalmente el asesinato. Convencido de sus culpas, acude a la bondad de Dios para que le perdone sus pecados: sus actos voluntarios en contra de la voluntad divina. Esta obra divina se llama en el Nuevo Testamento, justificación. Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo (Romanos 8:1). Comúnmente le llamamos salvación, los teólogos lo llaman primera obra de gracia o santificación inicial.
Después David ora: lávame más y más de mi maldad, y límpiame de mi pecado. Estos son dos versos sinónimos. “Lávame” y “límpiame” son sinónimos; “maldad” y “pecado” (en singular) también significan lo mismo. Aquí David se refiere a la herencia pecaminosa que Pablo llama “la carne”, “la ley de pecado”, “el pecado que mora en mí”. Los teólogos lo llaman pecado innato, pecado original, depravación heredada. ¿Cómo sabemos que se refiere al pecado innato? El verso 5 lo dice: He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre. “Maldad” y “pecado”, son los mismo términos que usa en el versículo 2. Desde que hemos sido formados en el seno de nuestra madre, ya traemos la tendencia pecaminosa, la inclinación al mal, por venir de una raza caída. Del pecado heredado no pedimos perdón porque no somos culpables de nacer en pecado, pero se debe limpiar y Dios puede limpiarlo. Esa limpieza en el Nuevo Testamento se llama purificación del corazón (1ª Pedro 1:22), entera santificación (1ª Tesalonicenses 5:23). Los teólogos lo llaman segunda obra de gracia.
En el verso 10, David dice: Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí. Está pidiendo limpieza de la maldad, de la carnalidad, que Dios al quitarle el poder del pecado original le dé un corazón limpio, que ya no tenga impulso de maldad, o tendencia de las obras de la carne, como lo llama San Pablo (Gálatas 5:16-21). Un corazón limpio es un espíritu recto. Es decir, todos sus deseos, sus impulsos, sus inclinaciones son rectos, justos. A estos móviles rectos Pablo lo llama fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-26). En un corazón limpio solo hay amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.
Ahora veamos dos pasajes del Nuevo Testamento. Mateo 3:11-12 Yo a la verdad os bautizo en agua para arrepentimiento; pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. 12 Su aventador está en su mano, y limpiará su era; y recogerá su trigo en el granero, y quemará la paja en fuego que nunca se apagará.
Juan predicaba la necesidad del arrepentimiento. Los que se arrepentían lo testificaban con el bautismo en agua. El bautizo en agua simbolizaba el arrepentimiento, el cual era el requisito para que sus pecados fueran perdonados; eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados (3:6). Con el arrepentimiento se recibe el perdón de los pecados, la salvación, la primera obra de gracia, la santidad inicial, como lo llaman los teólogos.
Después dice Juan, pero el que viene tras mí, cuyo calzado yo no soy digno de llevar, es más poderoso que yo; él os bautizará en Espíritu Santo y fuego. Se refiere a Jesús, quien bautiza con el Espíritu Santo, el fuego purificador del corazón. Jesús dijo a sus discípulos el día que ascendió al cielo: Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días (Hechos 1:5). Esto se cumplió el Día de Pentecostés cuando fueron todos llenos del Espíritu Santo (Hechos 2:4). Pedro dijo que ese día sus corazones fueron purificados: Y después de mucha discusión, Pedro se levantó y les dijo: Varones hermanos, vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen.8 Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; 9 y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones (Hechos 15:7-9). Puesto que los discípulos ya eran salvos, ya estaban perdonados de sus pecados (Juan 17:6-17), ahora fueron purificados del pecado heredado, o sea del pecado innato, de la carnalidad.
Veamos un pasaje más: Hechos 3:38 Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.
Era el día de pentecostés. Los discípulos habían recibido el Espíritu Santo. Pedro comenzó a predicarles a los que se habían reunido, diciéndoles que el Cristo que ellos habían crucificado había resucitado y subido al cielo, ahora había cumplido su promesa de enviar al Espíritu Santo. La multitud compungida de corazón clamó: ¿qué haremos? La respuesta de Pedro indica dos cosas que debían hacer: primero Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecado. Ya hemos visto que el arrepentimiento, juntamente con la fe en Jesús, es el requisito para recibir el perdón de los pecados, la salvación, o como lo llaman los teólogos, la primera obra de gracia. Ser salvo de sus pecados era necesario para después poder recibir la plenitud del Espíritu Santo, para la purificación del pecado heredado, para la entera santificación. Como ya hemos visto, la purificación del corazón es obra del Espíritu Santo.
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