Vivió y Murió por Nosotros
Vivió y murió por nosotros
Bajó a la tierra dejando su inefable trono de gloria, para que nosotros pudiéremos subir al glorioso cielo.
Nació pobre y su cuna fue un pesebre, para que nosotros pudiésemos nacer en su reino, lleno de riquezas espirituales.
Vivió humilde en la tierra, sin ser dueño de nada, para que nosotros pudiésemos vivir en el cielo y participar de la plenitud de su Gloria.
Fue acusado falsamente por los pecadores ante los hombres, para que nosotros, hombres pecadores, pudiésemos ser justificados ante Dios por la fe en Él.
Sus manos santas fueron atadas, para que nuestras manos fuesen desatadas de las ligaduras de maldad; esa manos que solo hicieron el bien, fueron clavadas en la cruz por nuestras culpas, para que las nuestras solo puedan hacer el bien.
Su cuerpo fue flagelado y bañado con su sangre, para que nosotros pudiéremos ser bañados con el resplandor de su gloriosa luz.
Su divina cabeza llevó una corona de punzantes espinas, para que nosotros pudiéremos llevar una corona de vida eterna.
Su rostro fue mutado y cubierto de sangre de sus heridas, para que nuestros rostros puedan resplandecer con la luz de su santidad.
Sus pies caminaron por las pedregosas calles de Jerusalén, cargando una pesada cruz, para que nosotros pudiéremos caminar por las calles de oro de la nueva Jerusalén, llevando una corona inmarcesible; fueron sujetos con clavos en la cruz, para que los nuestros, libres de pecado, puedan caminar por las sendas del servicio.
Sus oídos escucharon blasfemas acusaciones contra Él, para que nosotros pudiésemos escuchar sus palabras de perdón y la música del cielo.
Sus entrañas se llenaron de ardor, su garganta sintió quemante sed y sus labios se secaron, para que nosotros pudiésemos ser saciados con el agua de la vida eterna.
Sus heridas de espinas, de azotes, de clavos y de lanza, fueron, para que nuestros corazones heridos por nuestros pecados, pudiesen ser curados por su sangre.
Siendo Él inocente, fue muerto por nuestras culpas, para que salvos por Su gracia, podamos vivir eternamente.
Su cuerpo santo fue enterrado en un sepulcro prestado, sin ver corrupción, para que nuestros cuerpos corruptos, pudieren ser transformados en cuerpo incorruptible.
Mas resucitó con poder y gloria, para que nosotros, muertos al pecado, pudiésemos resucitar en vida nueva: corazón puro y ropaje blanco.
Subió al Padre para interceder por nosotros, para que podamos ser vencedores y sentarnos con Él en gloria.
Si Él murió por mi pecado, para vivir en mí; yo muero al pecado por Él, para vivir en él. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia (Filipenses 1:21)
Inédito